Blogia
ASCAN1970

El naranjo y la polución

El naranjo y la polución http://www.levante-emv.com/secciones/noticia.jsp?pNumEjemplar=3416&pIdSeccion=5&pIdNoticia=267031

 

ÁLVARO MACHORDOM

El mundo vegetal, en su génesis de productores primarios, constituye el primer eslabón de la vida. Muchas evoluciones desde la inicial célula hasta llegar al naranjo que, en un principio fue considerado un árbol de ornamentación.

La historia del naranjo se remonta a miles de años de existencia. En España, su introducción se le adjudica a los árabes, aunque hay otra opiniones. A mediados del siglo XIX ya existen en Castellón, Valencia y Alicante notables plantaciones, ramificándose por Andalucía, Murcia y Cataluña.

La citricultura ocupa el primer lugar en el ranking mundial de las frutas.

Brasil encabeza la lista, siguiéndole Estados Unidos de América y España. El sector agropecuario y el forestal ocupan el 80% de la Comunidad Europea. La naranja es aprovechable en todos sus componentes. Es fruta nutritiva y curativa; de flor aromática, de la que se extraen esencias de azahar y néroli; las hojas, mediante la fotosíntesis, expiden hidratos de carbono, desde su singular función respiratoria; la corteza o epicarpio coriáceo es tónica, estimulante, carminativa y estomacal.

La agricultura y los bosques son imprescindibles en la lucha contra la erosión y la desertización, así como en el desequilibrio ecológico.

Asentados, en su mayoría, sobre lo que otrora fueron floridos naranjales, se encuentran, en la costa levantina del Mediterráneo español, los polígonos industriales, apuntando sus degradantes chimeneas contra los bajos cielos y despidiendo oscuros gases y asfixiantes olores de naftas y butano; cambios de panoramas y naturaleza.

Entre sus agentes de polución figuran: el bióxido de carbono, gas procedente de las combustiones industriales, de las calefacciones domésticas y un largo etcétera; el monóxido de carbono, producido en plantas siderúrgicas tras alcanzar altas temperaturas, en las refinerías de petróleo y por motores del automóvil que usan hidrocarburantes; el dióxido sulfuro, que emana de las centrales eléctricas y de ciertos motores de locomoción; los óxidos de nitrógeno, que despiden motores de aviación, incineradoras e incendios forestales; los fosfatos particularmente en el empleo de fertilizantes; el mercurio, procedente de las centrales eléctricas y del petróleo; las radiaciones de la energía nuclear; el petróleo desde su extracción, refinado y combustible. Todos ellos agreden al aire, agua y tierra.

Si aumentasen a corto plazo estos gases y otros tipos de partículas contaminantes, aunque fuera en menores cantidades, el ya castigado clima atmosférico influiría, notablemente, en las fuerzas destructoras de la naturaleza de nuestro planeta, agrandando el agujero del ozono, particularmente en los casquetes polares, acelerando el deshielo en icebergs y glaciares, trastornando temperaturas, ciclos de floración y catálogos de climas tradicionales. Fenómenos como el del Niño, por aguas del Pacífico, con sus furiosas y devastadoras olas, cobrarían mayor vigor en las inundaciones, acompañadas por vientos que superarían los ya 200 km de velocidad. El casos de destrucción y muerte aumentaría, con fuga de pobladores del litoral hacia mesetas y montañas, abandonando vegas y jardines, climas templados, tierras fecundas, hacia páramos y eriales.

Climas benignos por fríos invernales. Ciudades por campos de refugiados. Este pronóstico no e s de ficción, sino científico, real. Hagamos sonar el gong que nos llame a la reflexión, que despierte la conciencia ecológica, particularmente sobre los políticos en el poder, sobre las gentes rectoras que rigen los destinos, a nivel mundial, de plantas y seres vivos. El jinete del apocalipsis aún está en letargo, si es que existe.

El reloj sigue sonando y confiamos que nunca toque el minuto final. Desbrocemos de las mentes preclaras los infectos campos de egoísmo y los bastardos deseos de acumular, rápidamente, cuantiosas fortunas. Expulsemos del templo a los comerciantes sin escrúpulos; a los agentes de la corrupción. Aún hay esperanza y una buena mayoría de personas honorables.

Y volviendo al tema que actualmente nos ocupa, recordamos que hay, entre otros, un agente que lucha eficazmente contra la erosión, desertización y en favor del equilibrio del medio ambiente: el naranjo. Salvémosle.

0 comentarios