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Kunkel
Mucho más que un nombre para la flora canaria
Rubén Naranjo Rodríguez
Fotos: Günther Kunkel y Rubén Naranjo El nombre de Günther Kunkel, así como el de su esposa Mary Anne, aparecen asociados a la flora de Canarias como referencia imprescindible para acercarnos al patrimonio natural de las Islas. Y ello pese a que la estancia del matrimonio en el Archipiélago no fuera de muchos años, desde mediados de los años 60 hasta 1977, pero siendo intensa su participación en la realidad isleña, así como su valiosa aportación al conocimiento y divulgación de la flora y naturaleza canarias. Nacido en Mittenwalde, localidad cercana a Berlín, en el año 1928, tras una infancia y juventud no exenta de sinsabores, el joven Kunkel tenía ante sí, en el año 1951, una tranquila existencia como oficial del cuerpo de aduanas alemán. Sin embargo, ejercer de funcionario no estaba en su proyecto de vida, encaminando sus pasos hacia el continente americano. Lo que se inició como una aventura, daría lugar a un largo y fecundo periplo vital, en que Kunkel iría recorriendo diversos lugares del planeta, dejando de todos ellos una producción científica significada.
No fueron fáciles aquellos primeros años, en los que fue preciso garantizar el sustento e incluso regularizar su propia situación. En Chile, bajo la supervisión del profesor G. H. Schwabe, saldría a la luz su primera publicación, en el año 1955, dedicada a las ‘Observaciones sobre clima y vegetación en el Sur de Chile’, a la que seguiría un segundo trabajo de mayor amplitud, dedicado a las ‘Observaciones meteorológicas y microclimatológicas en Valdivia, Sur de Chile’, ambas editadas por la Academia alemana de Ciencias. Se iniciaba así una fecunda y prolífica labor, que en el transcurrir de los años ha dado lugar a más de 70 publicaciones. Con cuidada exactitud germana, Kunkel especifica que “reúne un total de 10.169 páginas, con un promedio de 145 páginas por obra editada”. A ello se suman cerca de un millar de publicaciones en revistas, periódicos y hojas divulgativas, así como numerosos manuscritos que no han llegado a ver la luz.
El espíritu inquieto de Kunkel le llevaría hasta la Isla de Robinson Crusoe, en el archipiélago chileno de Juan Fernández, donde pasaría un año, entre 1954 y 1955, accediendo a lugares inverosímiles y descubriendo nuevas especies de plantas. Seguirán viajes y exploraciones en países andinos, así como otra larga estancia en Chile, en este caso, como encargado de un Instituto de Ecología. Viajará luego a Perú, donde pronto es contratado como profesor de Botánica Forestal. En este país se encontraría con Mary Anne, y aquí contrajeron matrimonio, convirtiéndose desde entonces en su compañera y brillante colaboradora con sus ilustraciones en numerosos trabajos. Otros lugares donde desarrolló su tarea serían, además del continente americano, las tierras de Oriente Próximo, así como las selvas de Liberia, donde contribuyó decididamente al conocimiento de los bosques de dicho país africano.
Precisamente a raíz del nacimiento de su único hijo en Liberia, se dieron las condiciones para que los Kunkel buscaran un nuevo lugar donde residir, decidiéndose por Gran Canaria. No era la primera vez que Günther Kunkel había estado en las Canarias. Hizo escala en Las Palmas de Gran Canaria camino de América en 1952. Además, los Kunkel ya tenían buenas referencias de las Islas, pues las habían visitado como turistas.
Los Kunkel y Canarias
Puede afirmarse sin caer en el tópico, que es posible hablar de un antes y un después de la llegada de los Kunkel a Canarias. El Museo Canario en primer lugar y luego otras instituciones y organismos públicos (caso del ICONA o el Cabildo de Gran Canaria), darían apoyo a su labor investigadora, fruto de la cual sería el estudio de un largo centenar de taxones endémicos, con el descubrimiento de varias especies nuevas para la ciencia. Como elemento curioso, sirva indicar que sería precisamente Kunkel el primero que señaló la presencia de dragos silvestres en Gran Canaria, endemismo insular que a finales del pasado siglo pudo determinarse que correspondía a una nueva especie, Dracaena tamaranae.
En 1973, a iniciativa suya, tuvo lugar un acontecimiento de especial trascendencia, el I Congreso Internacional pro Flora Macaronésica, un encuentro científico que reunió en la capital grancanaria a más de 70 investigadores, de una treintena de instituciones, pertenecientes a 13 estados. Este encuentro tendría como aspectos más relevantes, no sólo las diferentes aportaciones de los asistentes, sino la aprobación de un Programa de Conservación a desarrollar en la Región Macaronésica. Sin duda este aspecto, el de la protección y conservación del patrimonio natural, ha sido uno de los más relevantes en la trayectoria de Kunkel. En este sentido, destacada fue su participación, junto con otras personas que formaban parte de la Asociación Canaria para la Defensa de la Naturaleza (ASCAN), en la elaboración del Inventario de los recursos naturales renovables de la provincia de Las Palmas, conocido como Proyecto nº 817 (37-2) y financiado por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN), el World Wildlife Found (WWF), así como los cabildos insulares. Entre otros aspectos, se definirían distintas propuestas de protección, para diferentes áreas de significado valor ambiental en las islas orientales del Archipiélago. A su vez, la declaración como Parques Nacionales de Garajonay, en La Gomera, o Timanfaya, en Lanzarote, tiene mucho que ver con su afán emprendedor.
La primera revista especializada en temas botánicos sería otra de las iniciativas de Kunkel, saliendo su primer número a la calle en el año 1967: los Cuadernos de Botánica Canaria. Los 28 números editados saldrían puntualmente a la calle hasta el año 1977, los cuales contaban a su vez con varios suplementos y monografías. Obra de consulta imprescindible, en ella aparecen numerosas aportaciones de los más destacados especialistas de la flora canaria.
Como autor o editor las publicaciones de Kunkel resultan necesarias para cualquier aspecto que tenga que ver con el patrimonio natural canario. Así constan por ejemplo la publicación de “Árboles Exóticos. Los árboles cultivados en Gran Canaria” (Cabildo Insular de Gran Canaria, 1969); la edición de “Biogeography and Ecology in the Canary Islands” (La Haya, 1976); o su imprescindible “Diccionario Botánico Canario. Manual Etimológico”, con dibujos de Mary Anne (Edirca, Prisma Canario, 1986). Pero sin duda, una de sus obras más queridas, y que lamentablemente no llegó a publicarse por completo, es la Flora de Gran Canaria. Los textos, sencillos y rigurosos, se acompañan de las magníficas ilustraciones de Mary Anne Kunkel. En este caso, en color, en contra del criterio personal de la autora, que prefiere darle mayor protagonismo al dibujo. En este sentido, es preciso destacar también su amplia producción como ilustradora, con más de 1.500 especies botánicas dibujadas y publicadas, siguiendo siempre su forma de entender la ilustración científica, en razón de contemplar con detenimiento la realidad y luego expresarla plásticamente. Técnica desarrollada de forma autodidacta y que la propia autora expresa de esta manera: “ojo, cabeza y mano”.
El ‘Jardín del Desierto’
Circunstancias ajenas a su voluntad, determinaron que los Kunkel se vieran obligados a dejar las Islas. Sin embargo, con ello no desapareció su vínculo con Canarias, como cuando nos sorprenden con la vuelta a sus ficheros y notas, en su soberbia aportación en “La Flora y Vegetación del Archipiélago Canario”, Tratado Florístico 2ª parte: las Dicotiledóneas, y Tratado Florístico 1ª parte: Los Helechos, las Gimnospermas y las Monocotiledóneas, (Edirca: Gran Biblioteca Canaria, 1991 y 1992, respectivamente), con ilustraciones en muchos casos inéditas de Mary Anne, y aún al año siguiente con su ya reeditada obra “Die Kanarischen Inseln und ihre Pflanzenwell”. Además, en sus nuevos lugares de residencia, han seguido desarrollando una intensa actividad, no siempre comprendida y apoyada. Uno de esos esfuerzos que no llegó a buen término sería el llamado “Jardín Botánico del Desierto”, incluido por la UNESCO en el Programa MAB, ‘El hombre y la biosfera’. La primera piedra se puso en julio de 1991, y en palabras del propio Kunkel, sería la “historia de un gran fracaso”, pues diversas circunstancias, ajenas al indudable valor de la propuesta, harían inviable su desarrollo.
El científico artesano
La paciente dedicación a la labor científica de los Kunkel, cabe calificarla de artesanal. No en vano, al margen de libros, monografías, estudios y artículos publicados a lo largo de los años, sus ansias de comunicar los conocimientos y resultados de sus experiencias, han adquirido las más variadas formas. Así sucede con “Ediciones Alternativas” o con la serie de cincuenta folletos editados con el título de ‘Hojas Sueltas’, en palabras de propio autor, “ejemplo de un serial autóctono y económico”. Edición llevada a cabo de forma sencilla, pero con un valioso contenido científico y divulgativo en el ámbito de la botánica, que enviaban “gratuitamente a tantos institutos y personas que deseen recibirlas, a condición de canje respectivo”. Al margen de ello, otras obras de gran interés, incluso de sus experiencias personales, aún permanecen sin publicar. Así sucede con un libro de ilustraciones realizadas por Mary Anne, en el que se recogen las vivencias de los dos años de estancia en tierras de Liberia. Otra obra, en este caso un completo trabajo sobre las ‘Plantas que América dio al mundo’, también esperan el momento de llegar a la imprenta.
En los últimos años, el trabajo de los Kunkel se ha centrado en el lugar donde residen, en el noreste de Almería. Ni el más pequeño matiz les pasa desapercibido, desde el ciclo anual de las plantas al movimiento del sol a lo largo de las estaciones. Uno de sus últimos libros es una completa monografía sobre “Árboles notables en Vélez-Rubio”, pueblo que les acoge desde hace ya unos cuantos años. Aquí residen rodeados de almendreros, empeñados en hacer realidad un Jardín Silvestre, en el que la naturaleza marca sus propias reglas. Acompañados por las limpias cumbres del Maimón, soberbia montaña de resonancias árabes, que los Kunkel consideran como “su montaña”, en una blanca casa bajo la que corre en rumoroso río subterráneo, un fluir de fresca vida, como ha sido su larga y fecunda trayectoria humana y profesional.