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LA URGENCIA DE CULTIVAR

LA URGENCIA DE CULTIVAR

ANTONIO G. GONZÁLEZ Si por alguna razón mañana lunes se interrumpiera de golpe el suministro de alimentos desde el exterior a Canarias, las existencias darían para abastecer durante una semana a Tenerife, cinco días a Gran Canaria, dos a La Palma, Gomera y Hierro y apenas veinticuatro horas a Fuerteventura y Lanzarote.

Tal interrupción suena improbable, aunque la huelga de transportistas españoles ha sobrevolado esta semana como un fantasma y, bueno, puestos a pensar qué podría desencadenarlo a modo de ejercicio de prevención de riesgos, cabría imaginar, por ejemplo, la explosión de una de las centrales nucleares que Marruecos construye con tecnología francesa en su costa atlántica, que forzase la interrupción del tráfico aéreo y marítimo en la zona.

Sea como fuere, lo cierto es que, pasado ese tiempo, pues sencillamente los dos millones de residentes en las Islas más los 200.000 turistas que de media coinciden cada día en el territorio insular poco tendrían qué comer. Es decir, y por ser tan gráficos como realistas, habría que organizar una operación de emergencia de carácter humanitario con las Islas desde algún lugar, se supone que desde la Unión Europea.

Como las que se organizan (o se intentan organizar) con ocasión de las hambrunas africanas. Suena verdaderamente increíble y alarmista, pero son sencillamente las estimaciones de los organismos oficiales. Así de frágil y precario. ¿Por qué sucede esto? Pues por dos razones: porque la tasa de cobertura alimentaria apenas alcanza el veintisiete por ciento: las Islas, y a pesar de que algunas producciones agropecuarias locales han crecido (otras al revés) por las ayudas europeas del Poseican, sólo cultivan en torno al veinte por ciento de los alimentos que consume cada día la sociedad insular, que cabría a elevar al treinta si sumamos los productos transformados por la industria canaria procedentes de la producción agropecuaria local.

Y, por otro lado, la capacidad de almacenaniento de las importaciones es la que es, a causa de la lógica impuesta por la propia coyuntura comercializadora, que está obviamente organizada sobre la base de un suministro continuo por vía marítima y, muy en segundo término, aérea. Se trata quizás del más importante hecho diferencial de las Islas respecto de la Unión Europea, cuyas tasas de autoabastecimiento han sido, hasta la reforma de la Política Agrícola Común (PAC) próximas al ochenta por ciento, es decir, treinta puntos por encima del mínimo que la FAO (el organismo de Naciones Unidas encargado de la alimentación mundial) establece como razonable en términos de seguridad alimentaria: que un país o lugar debe producir entre el cincuenta y el setenta por ciento de su consumo de los productos básicos.

LA SEGURIDAD ALIMENTARIA de las Islas es, pues, pésima. Y, además lo es con dos serios agravantes. Uno, que se trata de un territorio insular y, por lo tanto, con serias y costosas limitaciones en materia de conexiones, por muy óptimas que éstas puedan ser. Y, dos, los precios: la alimentación en Canarias está entre las más caras de España y, desde luego, ponderándola en relación con los salarios, seguramente sea la más cara, ya no de España, sino de toda la UE.

Se trata esta otra de una circunstancia que, además, va a agravarse con las perspectivas internacionales de precios agrícolas para la próxima década a causa de un abanico de factores bien conocido que huelga repetir salvo quizás para recalcar uno de ellos: el desembarco especulativo masivo de los fondos de inversión en las bolsas globales de valores de utilities (materias primas y productos agrícolas), un fenómeno que no ha hecho más que empezar y que está disparando todas las alarmas.

De modo que la actualidad está obligando a revisar de urgencia un discurso económico librecambista, en vigor en las Islas desde 1852 y revalidado con las correspondientes adaptaciones por la plena integración canaria en la UE de 1991, que partía de la primacía e insustituibilidad de las importaciones por entender que el mercado internacional ofrecía precios imposibles de alcanzar por los cultivos locales. Este hecho, cierto rigurosamente hasta ahora más allá de que luego los monopolios de distribución anulen cada vez que puedan sus ventajas sociales con escandalosos márgenes de beneficio, está siendo hoy en día replicado por la realidad, a pesar del aumento especulativo de los costes de producción (semillas, abonos...).

SIN EMBARGO, LA política agrícola del Gobierno canario desde 2001, fecha en que entró en vigor el programa Poseican (instrumento para actualizar el abastecimiento de las Islas a precios internacionales) ha estado dedicada casi exclusivamente a garantizar las condiciones de los cultivos de exportación. Sin embargo, más allá de su importancia estratégica, social y ambiental indiscutible, estos cultivos tienen un tope, situados en horizontes de medio plazo.

Y, además, entran en franca competencia con producciones de países necesitados de una solidaridad internacional a través de la liberalización del acceso de sus productos a los mercados de los países ricos. Y ello al margen de que las multinacionales foráneas monopolicen la distribución de sus cultivos, lo cual constituye otro problema que no anula la demanda de los países pobres. De manera que el autoabastecimiento alimentario ha brillado por su ausencia como objetivo.

De hecho, el Ejecutivo isleño dedica la mitad del porcentaje que las demás regiones ultraperiféricas destinan a incentivar la producción agropecuaria local de entre los fondos europeos recibidos al efecto. Y prefiere derivar el resto (más del sesenta por ciento del famoso Poseican) a financiar importaciones alimentarias o de inputs para la industria agroalimentaria en ocasiones en cifras muy superiores a los sobrecostes de la lejanía e insularidad. Esta política ha llevado, por ejemplo, a que la producción cerealera canaria se haya reducido a la mitad, doblándose la exposición al coste internacional del cereal, que precisamente se ha disparado locamente.

Y, sin embargo, la muestra de que las condiciones técnicas y económicas para la viabilidad de muchos cultivos para el consumo alimentario local se comenzaban a dar por vez primera en todo el periodo contemporáneo no ha tenido que esperar a que los precios internacionales se disparasen en 2007 en una senda impredecible, sino que ya se han dado a lo largo de los años noventa, evidenciándose su plena competitividad en precios, puesto que las ayudas han venido básicamente a suplir la ausencia de la movilización financiera privada inicial.

SI EL ARGUMENTO del Gobierno canario para desechar una política agrícola integral era la previsión de un abastecimiento del exterior a precios baratos, garantizado además por la globalización de intercambios y la desestacionalización frutícola, es la propia UE la que ha comenzado a poner ese supuesto en duda para el conjunto del territorio comunitario. Esa globalización alimentaria (la idea de una producción desligada de la situación geográfica por el avance en transportes) no es sostenible, ha fracasado.

Y ha de ser reformulada: tampoco tiene sentido que los países pobres que importan alimentos centren toda su agricultura en la exportación con la década de precios internacionales que se avecina. Bruselas está frenando su política de abandono de la producción agrícola sin que ello implique dejar de ser el territorio que importe el setenta por ciento del cultivo africano de exportación y el cuarenta del latinoamericano. Pues lo que antes eran excedentes distorsionadores (que además inundaban los mercados de países pobres destrozando su tejido productivo) ha pasado a déficit de existencias a veces en consumos muy básicos.

De modo que paradójicamente una sociedad avanzada de servicios (turísticos), como la canaria, reclama hoy en día, para continuar siéndolo, de unos nuevos cultivos (agrícolas y marinos) altamente tecnológicos que sitúen el autoabastecmiento en cotas razonables. Volcar el nuevo I+D+I canario (ahora el grueso de los fondos europeos), así como una agresiva incentivación fiscal que la ultraperificidad justifica de lleno e iniciativas audaces de captación del pequeño ahorro canario, tratando así de desvincularlo algo del futuro regreso del ladrillo, para un nuevo sector primario es no sólo una urgencia, sino una oportunidad de diversificación que, además, no hace más que seguir alineando a las Islas con la UE.

http://www.laprovincia.es/secciones/noticia.jsp?pRef=2008061500_3_157763__Canarias-URGENCIA-CULTIVAR

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