LOS INCENDIOS
LAS ENSEÑANZAS DE UNA GRAN CATÁSTROFE
Estos días probablemente como nunca antes, nuestros corazones han estado más que nunca en las cumbres. El terrible incendio o más bien los terribles incendios, generaron un mar de congoja, amargura y desesperanza que, nos unió a todos solidariamente, bajo un mismo signo.
Sin embargo, con todo lo que está cayendo, opinamos que no sería bueno canalizar exclusivamente nuestra ira, hacia la persona o personas de los pirómanos. Sería un planteamiento demasiado simplista. Su actuación ciertamente ha sido execrable y la justicia debe ser dura e implacable con los autores, pero parafraseando términos jurídicos, probablemente no dejarán de ser calificados como, culpables necesarios.
Si nos centramos únicamente en el incendio, en lo sucios que ahora se dice, están los montes, en las secuelas para flora y fauna o en el vigilante pirómano, como en un iceberg, sólo veremos la punta y quizás no lleguemos a comprender que han sido muchos los avisos y poca nuestra percepción y capacidad de reacción como sociedad. Así mismo, que tenemos graves problemas derivados del modelo de gestión, elegido para los espacios naturales protegidos.
Recordemos las veces que, el campo se ha manifestado por su penosa situación. Nos lo demuestran anteriores espirales de incendios, el éxodo rural, el No al Parque Nacional del Nublo, el hundimiento de las producciones agrícolas de montaña, etc., etc.. Así mismo, las veladas y las no tan veladas protestas, por las trabas y dificultades de todo tipo, para reparar o construir sus viviendas, hacer o reparar muros, la depreciación de las propiedades, la prohibición de segar muchas plantas, etc., etc., y veremos que a cambio de la pérdida de sus derechos históricos, cercenados por los diferentes Planes Rectores de Uso y Gestión o sus equivalentes, cuando el agro ha recibido algo, nunca ha pasado de ser promesas.
De ahí sus frecuentes comentarios derrotistas, la frustración, el desánimo en las conversaciones de la gente del campo, olvidada en todos los foros y relegada por el pinzón azul, raros insectos y plantas únicas en el mundo. Con ese ingenio socarrón de nuestra gente, algunos hacen el comentario ¿y a nosotros quién nos salva?.
A la vista de todo lo anterior, podemos seguir con las políticas del pasado o cambiarlas radicalmente, apostando decididamente por la sostenibilidad propugnada en Río 92, integrando las economías de montaña en el sistema productivo. Con ello, elevaríamos su nivel de vida, garantizando la sostenibilidad en el medioambiente, tal como establece la Declaración del Milenio.
Ahora mismo tenemos una oportunidad de oro. Bastaría con canalizar total o parcialmente los dineros del Programa de Desarrollo Rural- FEADER – Canarias 2007-2013, para crear el tejido social suficiente que, garantice la sostenibilidad no sólo para el medioambiente, sino económicamente después del 2013, simplemente, manteniendo concordancia con lo que establece la mentada Declaración del Milenio
Desde la perspectiva de la Fundación que presido, la sostenibilidad ofrece mayores posibilidades que cualquier otro sistema, de favorecer las economías de subsistencia endógenas. Todo ello de acuerdo con la Ecocondicionalidad, propugnada desde la Agenda 2000, manteniendo una cultura, un modo de vida y un freno a la regresión ambiental, por defender entre otras, la biodiversidad de las especies autóctonas, evitando extinciones, erosión y pérdida de suelo, por abandono de los bancales.
Pese a todo lo expuesto, no debemos perder de vista que, la mejora de las condiciones de vida del campo, no la planteo como una forma de tranquilizar los ánimos, sino como una cuestión de justicia.
Para terminar, diré que si los campos estaban como se dice ahora, sucios, lo estaban por decisión del Parlamento de Canarias. Al aprobarse Planes Rectores de Uso y Gestión, siguiendo muy estrictos criterios científicos de conservación, se apostó por un modelo de gestión que, a la vista de lo sucedido, debe ser revisada urgentemente, por su falta de viabilidad.
Defender a nuestra gente no consiste en disfrazarse de típico una vez al año, ellos han sido los guardianes de nuestra naturaleza, cultura o etnografía durante años. Sólo preservando la cultura de nuestra gente del campo, paisajes culturales, como la Geria o los almendros en flor, continuarán manteniendo su significado, en nuestra memoria colectiva
Desde estas líneas, toda mi solidaridad y apoyo a autoridades y equipos de extinción. Sin su esfuerzo y sacrificio, no sabemos que podría haber pasado. Las muy adversas condiciones meteorológicas, la falta de accesos y la difícil orografía, han condicionado todo el sistema de extinción.
José Julio Cabrera Mujica
Presidente de la Fundación Tamadaba
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