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ASCAN1970

La cultura perdida de los oficios del bosque

La cultura perdida de los oficios del bosque

Jesús Quesada
Las Palmas de Gran Canaria

El monte era su despensa, la finca en la que carboneros, leñeros, pinocheros, resineros y otros oficios se ganaban el pan. La Fedac rescata ese saber desde una visión antropológica del aprovechamiento forestal en Gran Canaria en la primera mitad del siglo XX.

El monte era su despensa, la finca en la que carboneros, leñeros, pinocheros, resineros y otros oficios se ganaban el pan. La Fedac rescata ese saber desde una visión antropológica del aprovechamiento forestal en Gran Canaria en la primera mitad del siglo XX.

Hasta hace apenas medio siglo, la masa forestal de Gran Canaria era una despensa que cubría mediante multitud de oficios y procesos de explotación las necesidades de la sociedad insular. Madereros, carboneros, pinocheros, timoneros, resineros, ceniceros y productores de brea explotaban los montes para sobrevivir. Entonces ese paisaje era la finca del abuelo, la casa de los furtivos. Hoy es un bien natural, un decorado deshumanizado.

Una nueva publicación de la Fundación para la Etnografía y el Desarrollo de la Artesanía Canaria (Fedac) analiza la relación entre las condiciones de acceso a los recursos del bosque y la estructura social de la época en la que la masa forestal de la Isla alcanzó su momento más crítico. Tras cuatro años de trabajo de campo, en los que se ha acabado familiarizando con los pocos carboneros que quedan en la Caldera de Tirajana y la cuenca de Tejeda, la tesis doctoral del antropólogo José Antonio González aporta una visión de la explotación de los pinares que, entre otros fines, contribuye a recuperar «un granero de saberes, un banco de conocimientos» que corre riesgo de desaparecer.

«La necesidad y la hambruna eran más fuertes que el lógico temor a la sobreexplotación», explica el autor al razonar la esquilmación que sufrieron los pinares hasta llegar en 1949 a su mínimo histórico. «Ellos perciben el monte de otra manera. No es un recurso paisajístico, sino una fuente de bienes y de aprovechamiento para los sectores más empobrecidos de la trasierra insular».

Cómo sacar un palo sin dañar al árbol, en qué epoca del año es mejor talar cada madera, cómo combatir un fuego con otro incendio o cómo extraer una púa con cataplasmas de resina eran conocimientos populares de esos oficios que hoy en día sólo recuerdan algunos mayores, de cuya memoria bebe el autor del libro.

Tras una aproximación histórica a la evolución de los usos del bosque desde la época aborigen hasta ahora, el técnico de la Fedac describe cada uno de los oficios haciendo hincapié en los diferentes aspectos del proceso productivo, la distribución estacional de las labores y la caracterización social, económica y familiar. Incluye un amplio vocabulario de la jerga forestal y confirma que el panorama actual se reduce al carboneo testimonial de algunos jubilados. «Es una pena que todo ese saber se desprecie y se acabe perdiendo», concluye.

expresiones condenadas al cajón del olvido

Ajecho. Cuando un corte de madera o leña se hace sin dejar restos se dice que va ajecho.

Cagajones. Excrementos de burro, mulo o caballo que se usan como abono o combustible para encender o transportar el fuego.

Charamusco. Pedazos pequeños de palos o hierbas secas que sirven para encender el fuego.

Empalambrao. Cuando ha prendido el fuego de una hoya u hoguera se dice que está empalambrao.

Entaliscarse. Subirse a una talisca, risco o lugar de difícil acceso (para evitar a la Guardia Civil).

Jace. Haz de monte, leña, pinocha o forraje.

Pilón. Hueco que se excava en el tronco del pino para recoger la resina que baja por él.

Remua. Sistema de acarreo de dos cargas por una sola persona. Se avanza con una, se deja en un punto y se vuelve a por la otra. Y así sucesivamente.

Timón. Tronco de pino destinado a la confección de arados para tareas agrícolas.

Variador. Persona especializada en subir a los pinos y extraer la piña para su uso reproductor.

Del pino se usaba todo

Del pino, como de las palmeras, se aprovechaba todo. La corteza para teñir y hacer las boyas de las redes de pescar. Así, en la cuenca de Tirajana se llama boya y se cambiaba por pescado salado. La albura, cospi o cospe, la parte blanca que está tras la corteza, se utilizaba para hacer herramientas sometidas a vibraciones, dada su mayor elasticidad, como muebles y garrotes para el salto. La tea, el corazón del pino, se empleaba para vigas, balcones y demás elementos de construcción necesitados de resistencia y dureza. Es una madera más valorada para la carpintería. La pinocha era para hacer las camas del ganado, rellenar colchones y mezclarla con barro para fabricar tejados. Las piñas servían de material combustible para la cocina y la leña para carbón.

http://www.canarias7.es/impresa/articulo.cfm?Id=1453565

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