El incendio de Tenerife fue un fuego explosivo que pudo haber quemado toda la masa forestal
El 95% de todo el monte quemado ardió en las primeras siete horas
El incendio que afectó a los montes de la zona noroeste de Tenerife durante tres días fue "un fuego explosivo" que pudo haber quemado la totalidad de la masa forestal de la isla, pero gracias a una actuación en el cortafuegos de Los Realejos los daños se limitaron a 15.000 hectáreas, un 25 por ciento del total.
El ingeniero de montes Humberto Gutiérrez, uno de los seis directores de extinción de incendios del Cabildo de Tenerife, explicó a los periodistas, durante una visita a zonas afectadas, que el 95 por ciento de todo el monte quemado ardió en las primeras siete horas.
La rapidez con la que se propagaron las llamas se debió a las elevadas temperaturas, fuertes vientos y baja humedad y negó que haya habido falta de medios.
Humberto Gutiérrez afirmó rotundo que el incendio fue provocado, y reveló que se ha encontrado "un dispositivo de ignición", aunque no quiso especificar cuál al tratarse de un asunto que está bajo investigación.
Tampoco tiene duda de que el autor del incendio es un buen conocedor de la zona y detalló que en el mismo lugar donde se originó el fuego ha habido conatos "cada dos semanas" desde febrero, hasta un total de ochenta en lo que va de año.
Desde el cortafuegos de Los Realejos, que separa el noroeste de la isla del Valle de La Orotava, un dispositivo de treinta efectivos de las brigadas forestales, con ayuda aérea, consiguió atajar el avance de las llamas hacia el este. Si ese frente no se hubiera conseguido detener, el fuego habría avanzado sin control hasta afectar a las 60.000 hectáreas de bosque que rodean las cumbres de la isla. El incendio avanzó hacia el oeste, rodeó la base del Teide y llegó a afectar a diez municipios, incluido Santiago del Teide, en la vertiente suroeste.
La prioridad fueron las vidas de las personas, de ahí el desalojo de sus casas de unas 9.000 personas, y después los núcleos habitados, que se consiguieron salvar casi en su totalidad de las llamas, aunque llegaron a quemar unas cien casas.
Miembros de las brigadas contra incendios comentaron que el fuego se declaró sobre las diez de la mañana del lunes en la zona de Los Campeches, y cuando llego allí el primer equipo de ocho hombres afectaba ya a una hectárea.
El problema no fue en ningún momento la falta de medios, sino las condiciones atmosféricas, que generaron un "fuego explosivo" que el martes se consiguió al menos que no saliera del perímetro de más de 70 kilómetros que ya había sido afectado.
Sólo el miércoles, cuando empezó a soplar el alisio, a bajar la temperatura y a subir la humedad, puso controlarse el fuego. Humberto Gutiérrez quiere dejar claro que "el fuego lo apaga la gente", y los medios aéreos lo que permiten es abrir el acceso a las brigadas para que lleguen a las zonas complicadas. Tras el paso del fuego, el director de extinción de incendios expresa un temor, que las primeras lluvias del otoño sean fuertes y erosionen el suelo, complicando la regeneración natural del monte.
Durante el trayecto de los periodistas hasta el cortafuegos de Los Realejos, vigilado por un retén del Ejército de Tierra, pueden verse los efectos devastadores de las llamas en el pinar y los rescoldos humeantes. Por la emisora del vehículo de Medio Ambiente, se escuchan las conversaciones de los miembros del operativo que aún apagan las últimas llamas vivas, ya sin peligro al estar en islas de monte quemado.
El tiempo ahora es muy diferente al del horno que eran las medianías de la isla al principio de la semana.
La niebla sube por la ladera, hace fresco, en ocasiones chispea y, en medio de la situación de alerta que aún se percibe, incluso se puede oír por la emisora una falsa alarma: alguien avisó de problemas en Masca, pero finalmente la bruma había sido confundida con humo.
La rapidez con la que se propagaron las llamas se debió a las elevadas temperaturas, fuertes vientos y baja humedad y negó que haya habido falta de medios.
Humberto Gutiérrez afirmó rotundo que el incendio fue provocado, y reveló que se ha encontrado "un dispositivo de ignición", aunque no quiso especificar cuál al tratarse de un asunto que está bajo investigación.
Tampoco tiene duda de que el autor del incendio es un buen conocedor de la zona y detalló que en el mismo lugar donde se originó el fuego ha habido conatos "cada dos semanas" desde febrero, hasta un total de ochenta en lo que va de año.
Desde el cortafuegos de Los Realejos, que separa el noroeste de la isla del Valle de La Orotava, un dispositivo de treinta efectivos de las brigadas forestales, con ayuda aérea, consiguió atajar el avance de las llamas hacia el este. Si ese frente no se hubiera conseguido detener, el fuego habría avanzado sin control hasta afectar a las 60.000 hectáreas de bosque que rodean las cumbres de la isla. El incendio avanzó hacia el oeste, rodeó la base del Teide y llegó a afectar a diez municipios, incluido Santiago del Teide, en la vertiente suroeste.
La prioridad fueron las vidas de las personas, de ahí el desalojo de sus casas de unas 9.000 personas, y después los núcleos habitados, que se consiguieron salvar casi en su totalidad de las llamas, aunque llegaron a quemar unas cien casas.
Miembros de las brigadas contra incendios comentaron que el fuego se declaró sobre las diez de la mañana del lunes en la zona de Los Campeches, y cuando llego allí el primer equipo de ocho hombres afectaba ya a una hectárea.
El problema no fue en ningún momento la falta de medios, sino las condiciones atmosféricas, que generaron un "fuego explosivo" que el martes se consiguió al menos que no saliera del perímetro de más de 70 kilómetros que ya había sido afectado.
Sólo el miércoles, cuando empezó a soplar el alisio, a bajar la temperatura y a subir la humedad, puso controlarse el fuego. Humberto Gutiérrez quiere dejar claro que "el fuego lo apaga la gente", y los medios aéreos lo que permiten es abrir el acceso a las brigadas para que lleguen a las zonas complicadas. Tras el paso del fuego, el director de extinción de incendios expresa un temor, que las primeras lluvias del otoño sean fuertes y erosionen el suelo, complicando la regeneración natural del monte.
Durante el trayecto de los periodistas hasta el cortafuegos de Los Realejos, vigilado por un retén del Ejército de Tierra, pueden verse los efectos devastadores de las llamas en el pinar y los rescoldos humeantes. Por la emisora del vehículo de Medio Ambiente, se escuchan las conversaciones de los miembros del operativo que aún apagan las últimas llamas vivas, ya sin peligro al estar en islas de monte quemado.
El tiempo ahora es muy diferente al del horno que eran las medianías de la isla al principio de la semana.
La niebla sube por la ladera, hace fresco, en ocasiones chispea y, en medio de la situación de alerta que aún se percibe, incluso se puede oír por la emisora una falsa alarma: alguien avisó de problemas en Masca, pero finalmente la bruma había sido confundida con humo.
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